domingo, julio 23, 2006

Recuperar la Razón


Néstor Morales T. (*)
Recuperar la razón lo mismo que cuando recuperamos el aliento, ese es el desafío por estos días en política internacional. Cuando hablamos de libertad y de extensión de la democracia no son sólo la expansión de mercado de capitales o simple globalización económica, también se trata de comprensión, de escuchar y entender al otro, sobre todo cuando ese otro se encuentra en condiciones de inequidad comunicactiva, es decir, carece de conocimiento de lenguaje internacional (inglés y otros idiomas occidentales); no concurre a los mismos tipos religiosos que los recién llegados y dista largamente de gozar de las mismas condiciones económicas que aquellos que juzgamos su forma de vida a partir de un modelo más o menos compartido como el capitalismo global occidental.
El caso de El Líbano es un punto de inflexión para retomar el pulso de la historia del humanismo. La culpa de los inocentes aún es una falacia, incluso en las filosfías más hostiles, es por ellos que necesitamos del entendimiento, de la paz activa que promover en Medio Oriente, América, África y todo lugar donde se ponga en entredicho la posibilidad del disenso, inclusive la agresión. No se trata de practicar una política internacional de poner la otra mejilla, aunque muchos así lo deseáramos, sino de una políta comprensiva de los derechos de humanas y humanos, capaz de bloquear todo intento por dominar antes que cooperar. Es por eso que el juicio es tanto contra Israel como contra Hizbulá, ninguno tiene la razón, o la han perdido y en eso, debemos ser nosotros, todo el resto del mundo quienes los llamemos a recobrarla. Cómo, recobrándola nosotros primero y poniéndola en acción.
El nuevo panorama mundial en el que cohabitan la política formal (Estados, países, partidos polítcos) y la política informal (ONGS; Grupos Reivindicacionistas y Terroristas; Empresas Transnacionales) nos exige una cuota mayor de comnplejidad en las relaciones, o como diría un revisitado Kant: Un punto diferente y más complejo de poder someter a juicio democrático el imperativo de la razón categótica, o sea, una autonomía de normar nuestros actos que requiere de mayor fuerza y acuerdo entre diversos puntos de vista, ya no tan sólo en los matices como veníamos haíéndolo por más de veinte años en la esfera de la Globalización v/s Localización, sino de manera más brutal, perdiendo la batalla por el convencer y abordando la gran tarea de tolerar activamente, sin caer en la resignación o en la indiferencia cuestiones que, a diferencia del mundo que vivió Kant, ya no son suficientes.
Hoy la tarea de la moral en la política es más exigente que antaño y cada día crece más en su fuerza requiriente, lo que antes se enfrentaba en la lógica amigo-enemigo hoy se trastoca (traslapa como sugeriría Rawls) y pasa a ser lo que muy bien ya advertía un tardío Witgenstein: "juegos de lenguaje". Esos juegos en los que la principal regla es la de autonomía y respecto por la razón o juicio individual, debe compartir la arena con otros tantos juegos pequeños y mayores, como cuando los niños en el patio de la escuela juegan distintaspequeñas y grandes partidas de pelota y entrecruzándose, esquivándose y tolerantemente, logran advertir quienes son sus interlocutores, los del propio equipo y el contrario, con quienes no es necesario discutir y , sobre todo, que no es necesario dar de puntapies a partidarios diferentes a los del partido que jugamos o a los distintos balones que circulan en el estrecho campo.
Buena lección la del patio de la escuela en hora de desacanso, quizás ahí sea donde con mejor justicia se encuentren los lenguajes, las ideas, ideologías y credos, respetándose en sus propias órbitas, encontrándose en la razón tan urgente por estos días, casi como una sutil danza, parecida a la que desde hace millares de años practican sin repetir ni equivocarse, los sistemas planetarios.
(*) Coordinador Los Verdes PRSD

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