
Néstor Morales T. (*)
Si sostenemos que la caída en intención de votos de los partidos verdes y ecologistas europeos (única latitud donde tienen verdadera representación política) se debe a una carencia de interés o una cierta transversalidad de los temas medioambientales, ecológicos o verdes, me parece un juicio algo ligero. Así, el “problema verde”, a pesar de las voces mesiánicas ecologistas o ambientalistas, es político. Es decir, en la medida que grupos o colectivos optan por entrar en el juego de las preferencias democráticas y acuden a elecciones, sufren la misma suerte que el resto de los colectivos políticos: la partidización, que por estos días tiene, ya lo sabrán los lectores, mala prensa.
Una renovación ideológica desde la ética ecológica no trasunta, necesariamente, a la política; en ella juegan elementos diversos en los que no siempre se encuentra la ética como principal sustento de una decisión, como lo es por ejemplo el voto en los comicios. Más aún, los pueblos han dado muestra que en la actualidad una elección política debe su renta a la forma cómo los postulantes enfrentan ese desafío. Más allá del público cautivo existen estrategias para captar los votos volátiles e incluso los disidentes “blandos” que por una u otra razón –contingente y efímera- es posible captarlos para una elección determinada. En este juego también ha entrado el movimiento ecologista en su versión de partidos verdes o ecologistas. Estos han demostrado desarrollar todos los pasos necesarios para instalarse dentro de la arena pública como un jugador más, válido e interesante en el debate político.
Así, no es posible sostener –a mi juicio- que la renovación ideológica es la que traerá triunfos a quienes opten por posturas ecologistas en lo político. No es suficiente. Más aún, me parece de mayor utilidad (sin descartar nunca el necesario crecimiento de la ideología eco-céntrica para la renovación incluso del humanismo) que los avances en el área ecológica estén dentro del campo político, no necesariamente en el sometimiento al voto popular, pero sí en la estrategia de instalación de los “temas medio ambientales” en la discusión y juego de “los políticos”. Me explico. A pesar de la novedad con que puede resultarnos las discusiones sobre termoeléctricas, plantas de Celulosa, muerte de los cisnes en el sur o proyectos mineros riesgosos para el medio ambiente, la sociedad civil se ha puesto en marcha (como en tantos otros temas) y ha puesto estas temáticas y problemas sobre el tapete público, forzando a los distintos actores de lo político a responder. De esta forma, la presión ejercida sobre casos como Río Cruces; Ralco o Pascua Lama han causado dolores de cabeza a la autoridad y la necesaria incorporación del elemento ecológico en el discurso cotidiano y también político.
Pero aún falta el paso siguiente, el más duro a mi entender. Se trata de que la cuestión ecológica forme parte del juego de “los políticos”, es decir, que sean estos actores los que negocien, cabildeen, se jueguen y formen su discurso desde la perspectiva ecologista. Es cierto existe uno u otro caso aislado donde los sindicados “políticos problema” encaran estos temas en forma epidérmica y efectista pero no como un discurso real y grueso, sino más bien, apuarados y ante las cámaras y micrófonos.
Lo que nos falta, entonces, es un tipo de político profesional que desarrolle su actividad desde el ecologismo. No para que se encadene a los bosques o se pinte de rojo y en solitario como luchando contra el mundo, cual quijote (en su etapa más orate por cierto) sino que se profesionalice la política ecologista, que se luche en la misma arena, con rudeza si es necesario, cediendo y exigiendo, como se juega en democracia y en política y no huir hacia los bosques, las universidades o los centros de estudio alternativos cada vez que perdemos sino que persistir, una y otra vez hasta que la nueva izquierda verde triunfe no para ella misma, sino para hacer crecer el discurso de la izquierda, de la socialdemocracia, del humanismo.
La elaboración de plataformas estratégicas, trabajos coordinados, públicos, ciudadanos, presencia en la calle y marketing político son herramientas útiles y urgentes para que el ecologismo deje de estar abandonado en posiciones más o menos alternativas o en el underground de la política y pase a ser un actor más, con los pro y contra que trae consigo, pero estar dónde y cuándo se toman las decisiones que importan a todas y todos. Esa labor hay que asumirla de una vez y lograr poner al medioambiente como un derecho de humanas y humanos, pero por sobre todo, un derecho planetario.
(*) Secretario General Nacional Juventud Radical de Chile
Director General Pública ONG
Director Revista Electrónica EL ALERCE / Los Verdes PRSD
Si sostenemos que la caída en intención de votos de los partidos verdes y ecologistas europeos (única latitud donde tienen verdadera representación política) se debe a una carencia de interés o una cierta transversalidad de los temas medioambientales, ecológicos o verdes, me parece un juicio algo ligero. Así, el “problema verde”, a pesar de las voces mesiánicas ecologistas o ambientalistas, es político. Es decir, en la medida que grupos o colectivos optan por entrar en el juego de las preferencias democráticas y acuden a elecciones, sufren la misma suerte que el resto de los colectivos políticos: la partidización, que por estos días tiene, ya lo sabrán los lectores, mala prensa.
Una renovación ideológica desde la ética ecológica no trasunta, necesariamente, a la política; en ella juegan elementos diversos en los que no siempre se encuentra la ética como principal sustento de una decisión, como lo es por ejemplo el voto en los comicios. Más aún, los pueblos han dado muestra que en la actualidad una elección política debe su renta a la forma cómo los postulantes enfrentan ese desafío. Más allá del público cautivo existen estrategias para captar los votos volátiles e incluso los disidentes “blandos” que por una u otra razón –contingente y efímera- es posible captarlos para una elección determinada. En este juego también ha entrado el movimiento ecologista en su versión de partidos verdes o ecologistas. Estos han demostrado desarrollar todos los pasos necesarios para instalarse dentro de la arena pública como un jugador más, válido e interesante en el debate político.
Así, no es posible sostener –a mi juicio- que la renovación ideológica es la que traerá triunfos a quienes opten por posturas ecologistas en lo político. No es suficiente. Más aún, me parece de mayor utilidad (sin descartar nunca el necesario crecimiento de la ideología eco-céntrica para la renovación incluso del humanismo) que los avances en el área ecológica estén dentro del campo político, no necesariamente en el sometimiento al voto popular, pero sí en la estrategia de instalación de los “temas medio ambientales” en la discusión y juego de “los políticos”. Me explico. A pesar de la novedad con que puede resultarnos las discusiones sobre termoeléctricas, plantas de Celulosa, muerte de los cisnes en el sur o proyectos mineros riesgosos para el medio ambiente, la sociedad civil se ha puesto en marcha (como en tantos otros temas) y ha puesto estas temáticas y problemas sobre el tapete público, forzando a los distintos actores de lo político a responder. De esta forma, la presión ejercida sobre casos como Río Cruces; Ralco o Pascua Lama han causado dolores de cabeza a la autoridad y la necesaria incorporación del elemento ecológico en el discurso cotidiano y también político.
Pero aún falta el paso siguiente, el más duro a mi entender. Se trata de que la cuestión ecológica forme parte del juego de “los políticos”, es decir, que sean estos actores los que negocien, cabildeen, se jueguen y formen su discurso desde la perspectiva ecologista. Es cierto existe uno u otro caso aislado donde los sindicados “políticos problema” encaran estos temas en forma epidérmica y efectista pero no como un discurso real y grueso, sino más bien, apuarados y ante las cámaras y micrófonos.
Lo que nos falta, entonces, es un tipo de político profesional que desarrolle su actividad desde el ecologismo. No para que se encadene a los bosques o se pinte de rojo y en solitario como luchando contra el mundo, cual quijote (en su etapa más orate por cierto) sino que se profesionalice la política ecologista, que se luche en la misma arena, con rudeza si es necesario, cediendo y exigiendo, como se juega en democracia y en política y no huir hacia los bosques, las universidades o los centros de estudio alternativos cada vez que perdemos sino que persistir, una y otra vez hasta que la nueva izquierda verde triunfe no para ella misma, sino para hacer crecer el discurso de la izquierda, de la socialdemocracia, del humanismo.
La elaboración de plataformas estratégicas, trabajos coordinados, públicos, ciudadanos, presencia en la calle y marketing político son herramientas útiles y urgentes para que el ecologismo deje de estar abandonado en posiciones más o menos alternativas o en el underground de la política y pase a ser un actor más, con los pro y contra que trae consigo, pero estar dónde y cuándo se toman las decisiones que importan a todas y todos. Esa labor hay que asumirla de una vez y lograr poner al medioambiente como un derecho de humanas y humanos, pero por sobre todo, un derecho planetario.
(*) Secretario General Nacional Juventud Radical de Chile
Director General Pública ONG
Director Revista Electrónica EL ALERCE / Los Verdes PRSD
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