Peter Singer(*)
La intersección de la genética y la inteligencia es un campo minado intelectual. El ex presidente de Harvard, Larry Summers, detonó una explosión en 2005 cuando sugirió tentativamente una explicación genética del por qué le resultaba difícil a su universidad reclutar profesoras de matemáticas y física. (No sugirió que los hombres sean en promedio más aptos en estos campos que las mujeres, sino que existe alguna razón para creer que es más probable encontrar hombres que mujeres en los extremos superior e inferior de las capacidades en estas áreas – y Harvard, por supuesto, sólo contrata a las personas que estén en el extremo superior.)
Ahora, uno de los científicos más eminentes de nuestro tiempo ha tropezado de forma mucho más torpe en ese mismo campo minado, con resultados predecibles. En octubre, James Watson, que en 1962 compartió el Premio Nobel por su descripción de la estructura del ADN, viajó a Londres para promover sus memorias Avoid Boring People and Other Lessons From a Life in Science (Evite a la gente aburrida y otras lecciones de una vida en las ciencias). En una entrevista con el Sunday Times de Londres sostuvo que las perspectivas de África no le parecían muy favorables porque "Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que la inteligencia de ellos es igual a la nuestra –mientras que todas las pruebas demuestran que ese no es el caso". Añadió que le gustaría que todo el mundo fuera igual, pero que "la gente que tiene que tratar con empleados negros se da cuenta que no es así".
Watson intentó aclarar sus comentarios en una entrevista posterior con The Independent , en la que dijo que:
El deseo abrumador de la sociedad es suponer que el poder de raciocinio igual es una herencia universal de la humanidad. Bien podría serlo. Pero el hecho de desearlo no es suficiente. No es científico. Cuestionar esto no es caer en el racismo.
Watson tiene razón en el sentido de que cuestionar este supuesto no es racista en sí mismo. Un racista tiene una actitud negativa hacia las personas de una raza en especial. Tratar de conocer los hechos no es racista. Sin embargo, lo que genera sospechas de racismo es propagar una visión negativa de los hechos cuando esa visión carece de fundamentos científicos sólidos.
Eso es exactamente lo que Watson ya ha admitido que hizo. Al regresar a Nueva York pidió disculpas a aquellos para quienes sus comentarios implicaban que África es de alguna manera "genéticamente inferior". Afirmó que eso no era lo que había querido decir y, lo que es más importante, que "no hay bases científicas para tal opinión".
Se retractó demasiado tarde. El Museo de las Ciencias canceló una conferencia que Watson iba a dar sobre su libro y su carrera. Bajo presión de la junta directiva, renunció a su puesto de canciller del Laboratorio Cold Spring Harbor, institución que bajo su liderazgo se convirtió en una de las instituciones más importantes de investigación y educación en ciencias biológicas del mundo. La Universidad Rockefeller también canceló una conferencia que Watson iba a dictar.
Haciendo a un lado las afirmaciones específicas que Watson hizo en la entrevista del Sunday Times , queda una pregunta verdaderamente difícil: ¿deben los científicos investigar un posible vínculo entre la raza y la inteligencia? ¿Se trata acaso de un tema demasiado sensible para que la ciencia lo explore? ¿Es demasiado alto el riesgo de que se haga un mal uso de los resultados de tal análisis?
Los riesgos son bastante evidentes. Los estereotipos raciales dañan las perspectivas de muchas personas no blancas, sobre todo las de origen africano. Los conceptos de inteligencia y raza son menos claros de lo que suponemos a menudo. Los científicos deben manejarlos con cuidado si desean plantear preguntas significativas sobre el punto en el que estos dos conceptos se cruzan.
Algunos dicen que las herramientas que utilizamos para medir la inteligencia –las pruebas de coeficiente intelectual (CI)—tienen un sesgo cultural. Stephen J. Gould, autor de La falsa medida del hombre , desestimaba las investigaciones entre culturas que utilizaban las pruebas de CI como un intento del hombre blanco para demostrar su superioridad. Pero si eso es cierto, el intento fue contraproducente, porque las personas del Asia oriental tienden a obtener mejores resultados que las de origen europeo. Por otra parte, es claramente posible que las diferencias en los resultados de las pruebas de CI entre las personas que viven en países pobres y las que viven en países ricos se vean afectadas por factores como la educación y la nutrición en la primera infancia. Controlar estas variables es difícil.
Sin embargo, decir que no debemos realizar investigaciones en esta área es equivalente a decir que debemos rechazar las investigaciones llevadas a cabo con mente abierta sobre las causas de las desigualdades de los ingresos, la educación y la salud entre personas de diferentes grupos raciales o étnicos. Cuando nos enfrentamos a problemas sociales tan importantes es difícil defender que se prefiere la ignorancia al conocimiento.
Al explicar por qué había cancelado la conferencia de Watson, el Museo de las Ciencias dijo que sus comentarios habían “rebasado el punto del debate aceptable”. Luego logró un equilibrio razonable al invitar a las personas que quisieran saber más sobre "los conceptos científicos subyacentes tras la genética y la raza" a que asistieran a otros eventos que se realizarían posteriormente en el museo. Los oradores en estos eventos supuestamente estarán mejor calificados que Watson para hablar sobre temas como la raza y la inteligencia. Si esto es así, hay que esperar que el haber visto cómo Watson estallaba no los haya desanimado a aventurarse en el campo minado.
Por último, independientemente de lo que resulten ser los hechos relativos a la raza y la inteligencia, no justificarán el odio racial ni la falta de respeto hacia personas de raza diferente. El que algunos tengan una inteligencia superior o inferior no tiene nada que ver con eso.
Ahora, uno de los científicos más eminentes de nuestro tiempo ha tropezado de forma mucho más torpe en ese mismo campo minado, con resultados predecibles. En octubre, James Watson, que en 1962 compartió el Premio Nobel por su descripción de la estructura del ADN, viajó a Londres para promover sus memorias Avoid Boring People and Other Lessons From a Life in Science (Evite a la gente aburrida y otras lecciones de una vida en las ciencias). En una entrevista con el Sunday Times de Londres sostuvo que las perspectivas de África no le parecían muy favorables porque "Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que la inteligencia de ellos es igual a la nuestra –mientras que todas las pruebas demuestran que ese no es el caso". Añadió que le gustaría que todo el mundo fuera igual, pero que "la gente que tiene que tratar con empleados negros se da cuenta que no es así".
Watson intentó aclarar sus comentarios en una entrevista posterior con The Independent , en la que dijo que:
El deseo abrumador de la sociedad es suponer que el poder de raciocinio igual es una herencia universal de la humanidad. Bien podría serlo. Pero el hecho de desearlo no es suficiente. No es científico. Cuestionar esto no es caer en el racismo.
Watson tiene razón en el sentido de que cuestionar este supuesto no es racista en sí mismo. Un racista tiene una actitud negativa hacia las personas de una raza en especial. Tratar de conocer los hechos no es racista. Sin embargo, lo que genera sospechas de racismo es propagar una visión negativa de los hechos cuando esa visión carece de fundamentos científicos sólidos.
Eso es exactamente lo que Watson ya ha admitido que hizo. Al regresar a Nueva York pidió disculpas a aquellos para quienes sus comentarios implicaban que África es de alguna manera "genéticamente inferior". Afirmó que eso no era lo que había querido decir y, lo que es más importante, que "no hay bases científicas para tal opinión".
Se retractó demasiado tarde. El Museo de las Ciencias canceló una conferencia que Watson iba a dar sobre su libro y su carrera. Bajo presión de la junta directiva, renunció a su puesto de canciller del Laboratorio Cold Spring Harbor, institución que bajo su liderazgo se convirtió en una de las instituciones más importantes de investigación y educación en ciencias biológicas del mundo. La Universidad Rockefeller también canceló una conferencia que Watson iba a dictar.
Haciendo a un lado las afirmaciones específicas que Watson hizo en la entrevista del Sunday Times , queda una pregunta verdaderamente difícil: ¿deben los científicos investigar un posible vínculo entre la raza y la inteligencia? ¿Se trata acaso de un tema demasiado sensible para que la ciencia lo explore? ¿Es demasiado alto el riesgo de que se haga un mal uso de los resultados de tal análisis?
Los riesgos son bastante evidentes. Los estereotipos raciales dañan las perspectivas de muchas personas no blancas, sobre todo las de origen africano. Los conceptos de inteligencia y raza son menos claros de lo que suponemos a menudo. Los científicos deben manejarlos con cuidado si desean plantear preguntas significativas sobre el punto en el que estos dos conceptos se cruzan.
Algunos dicen que las herramientas que utilizamos para medir la inteligencia –las pruebas de coeficiente intelectual (CI)—tienen un sesgo cultural. Stephen J. Gould, autor de La falsa medida del hombre , desestimaba las investigaciones entre culturas que utilizaban las pruebas de CI como un intento del hombre blanco para demostrar su superioridad. Pero si eso es cierto, el intento fue contraproducente, porque las personas del Asia oriental tienden a obtener mejores resultados que las de origen europeo. Por otra parte, es claramente posible que las diferencias en los resultados de las pruebas de CI entre las personas que viven en países pobres y las que viven en países ricos se vean afectadas por factores como la educación y la nutrición en la primera infancia. Controlar estas variables es difícil.
Sin embargo, decir que no debemos realizar investigaciones en esta área es equivalente a decir que debemos rechazar las investigaciones llevadas a cabo con mente abierta sobre las causas de las desigualdades de los ingresos, la educación y la salud entre personas de diferentes grupos raciales o étnicos. Cuando nos enfrentamos a problemas sociales tan importantes es difícil defender que se prefiere la ignorancia al conocimiento.
Al explicar por qué había cancelado la conferencia de Watson, el Museo de las Ciencias dijo que sus comentarios habían “rebasado el punto del debate aceptable”. Luego logró un equilibrio razonable al invitar a las personas que quisieran saber más sobre "los conceptos científicos subyacentes tras la genética y la raza" a que asistieran a otros eventos que se realizarían posteriormente en el museo. Los oradores en estos eventos supuestamente estarán mejor calificados que Watson para hablar sobre temas como la raza y la inteligencia. Si esto es así, hay que esperar que el haber visto cómo Watson estallaba no los haya desanimado a aventurarse en el campo minado.
Por último, independientemente de lo que resulten ser los hechos relativos a la raza y la inteligencia, no justificarán el odio racial ni la falta de respeto hacia personas de raza diferente. El que algunos tengan una inteligencia superior o inferior no tiene nada que ver con eso.
*Profesor de bioética en la Universidad de Princeton. Entre sus obras están Practical Ethics, Pushing Time Away, The Moral of the Story y, la más reciente, The Ethics of What We Eat.
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